lunes, 7 de diciembre de 2015

Abrí los ojos.

Imaginen esta escena.
Yo.
Caminando por la calle enfadada con la vida.
Paso a paso pensaba por qué mi madre no había llegado por mi a la escuela. 
Bah, no había explicación alguna que me hiciera justificarla.
Aparte, que mal me fue en el examen de matemáticas. Y luego, para acabar, mis amigas hicieron rumores sobre mi. ¿Qué tipo de amigas tengo? 
Cargaba una mochila con un peso pequeño en comparación con mi insatisfacción. Y valla que era muy pesada.
Fue ahí cuando vi su cara. Sus ojos.
Era un perro negro.
Sus limpios ojos me conmovieron hasta lo más profundo de mi alma.
Pero en el había algo... en sus ojos se encerraba el más poderoso deseo de comer. 
Sus costillas podían verse completamente definidas... 
Y entonces reflexioné: ¿cómo es posible?
Pasamos la vida entera creyendo que nuestros problemas son problemas. Que si la comida no nos gusta, que si el internet no tiene una buena señal, que si hay rumores sobre mi, las calificaciones escolares...
Creo que realmente lo más importante es dar. 
Fue así como llegué a mi casa y saqué literalmente toda la comida del refrigerador que pude haberle dado a ese hermoso perro. 
Valla que qué bonito era. Hubieran visto como movía su colita de un lado a otro. Y no, no era de una raza fina. Pero a mi me pareció el perro más bonito de todos. El más feliz.
Sus negros ojos me hicieron abrir los míos.
Algún día entenderemos lo difícil que es pedir comida sin siquiera decir una sola palabra. 

2 comentarios:

  1. Que buen corazón tienes.ahora tienes un nuevo amigo y esta sentado cerca de tu casa. olvida los problemas que te pasen los podrás solucionar.

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  2. Ay muchísimas gracias que lindo de tu parte, tu también tienes un corazón enorme, esto lo demuestra. :) Que estés muy bien.

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