Palabras vacías que no representaban nada.
Solas, escritas por las letras vacías de su interior. ¿Querían decir algo? Era
difícil adivinarlo. Yo sólo la veía, desde un punto que ella no conocía. Era su
ángel, sabía todo de ella.
Había una vez… ¿así empiezan
los cuentos, no? Este no será la excepción. Había una vez, un diamante; bueno,
en realidad no era un diamante tal cual, sino una chica llamada Enelise Fullen.
Valía y brillaba como un diamante. Enelise será nuestra protagonista. ¿Qué no
iba a saber yo de ella? Era preciosa aún más cuando sonreía. Tenía unos ojos
que reflejaban quien era. Su piel color pálida y su cabello negro contrastaban
notoriamente. Al verla, sus ojos te hipnotizaban, era difícil saber su color, y
como no lo mencionaré, nunca lo sabrás. Dejaré trabajo a tu imaginación.
Enelise no asistía a la
escuela y vivía sola con sus padres. Sin hermanos, sin amigos, sin diversión. Día
a día despertaba acompañada de una sombra oscura llamada soledad. La acompañaba
en todo momento, iba tras ella como si de mejores amigas se tratara.
Un día bastante oscuro, con
las nubes conspiradas como si de un ejército se tratase, Enelise caminaba sobre
el pasto de su jardín, sola. Un día tan sombrío no podía dejar brillar su
sonrisa como lo hacían continuamente los días soleados. Caminaba sin saber el
rumbo de sus pasos; sin saber a dónde pararían sus ojos, sin darse cuenta de
quién la seguía.
¿Alguien la seguía? No, sólo era mi mirada
clavada en ella para poder contar esta historia.
Se arrodilló cuando notó un
bulto anormal en el pasto de su jardín.
- ¿De qué se trata? –se preguntó
a sí misma en voz alta, sin esperar respuesta.
Afortunadamente, mantuve mi
boca cerrada para no arruinar el momento.
Enelise excavó la tierra para
dar respuesta a su pregunta; cuando sintió el borde de una figura hecha con
madera.
Sinceramente, yo sabía lo que
era. Sabía también quién la había enterrado ahí, y qué sucedería a raíz de su
descubrimiento en la casa de los Fullen.
Enelise decidió guardarse el
secreto y no decir nada a sus padres; hasta que el día siguiente excavara por
completo y tuviera la figura a su alcance. Sin embargo, recordó que las pesadillas
venían a por ella durante varias noches anteriores.
Pero, ¿qué significaban
realmente esas pesadillas? ¿Es que había tenido una hermana a la que su madre
había matado con un cuchillo y luego enterrado en el patio, dentro de una
figura de madera? Tal vez su imaginación fue muy lejos, sólo tal vez.
Al día siguiente, Enelise
excavó con todas sus fuerzas la tierra que rodeaba el bulto que había
encontrado anteriormente. Fue difícil debido a su pequeño y débil cuerpo; pero
no podía solicitar ayuda si quería mantener la boca cerrada.
Horas más tarde, Enelise tuvo
con ella un largo ataúd de madera, el cuál, sin duda alguna, guardaba más que
simples recuerdos; guardaba una historia, una vida, un cuerpo. “Y ahora,
-pensaba para sí misma- ¿qué más puedo hacer si no es abrir el ataúd?” Estaba
equivocada, pues podía ir con sus padres y exigir una explicación. También
podría ir por la pala y podría volver a enterrar el ataúd, pero eso conlleva la
desventaja de no dar respuesta a sus dudas; y conocer la historia que seguramente
sus padres sabrían.
Enelise tenía un carácter
fuerte, podía ser seria y muy madura, a pesar de su edad; que tampoco
mencionaré. Nunca se sintió rota con su soledad, siempre vio el mundo de
distinta forma, era inquebrantable; y sentía que no podía esperar más para
saber el secreto que tanto tiempo sus padres guardaron. Estaba ansiosa, era visible
debido a sus expresivos ojos buscando respuestas.
Abrió el ataúd.
-¡¡¿¿QUÉ??!! –Gritó lo más
fuerte que pudo.- ¡¡NO ES POSIBLE!!
Apuesto a que deseas saber lo
que había dentro del ataúd en la casa de los Fullen. Mencionaré algunas pistas:
·
Enelise experimentó la
sensación de verse en un espejo.
·
El ataúd contenía una
placa dentro; una placa que tenía grabada en tinta dos palabras, palabras que
significaban todo: Enelise Fullen.
Recuerdo la pálida cara de
una chica tirada en el suelo, con los ojos desorbitados, el cuerpo frío, la
mirada vacía y su cara inexpresiva, con su boca como recitando una canción…
Decía así:
“¿Nadie te ha dicho que ella no respira?
Nubes grises vienen a jugar
Pronto yo sé que despertaré de este sueño,
Y sé que no estoy durmiendo
¿Nadie te ha dicho que ella no respira?
No llores.”