sábado, 20 de septiembre de 2014

Cierra tus ojos, y sonríe.

Veo tus ojos y encuentro tristeza. ¿Que te pasa, niña preciosa? ¿No ves las maravillas por las que estás aquí? ¿No le encuentras sentido a la vida? Yo quiero ver tus ojos y encontrar felicidad. ¿Qué te falta, preciosa? Estás viva. Y a pesar de las complicaciones que la vida pueda ponerte encima, eres inquebrantable. Estás aquí para superar miedos, para pasar las páginas del libro. Para morir. Esto es una prueba, un gran teatro. Y debes de saber cómo actuar. 
Quiero en tus ojos verme reflejado, quiero ver cómo tu bella sonrisa rompe los esquemas. Tan dulce y pequeña como un diamante, tan inquebrantable. No llores, nunca llores. Siempre puedes voltear hacia arriba y verme. Aquí estoy, y nunca soltaré tu mano. Inunda el espacio, haz que llegue el sentido a tu vida. ¿Qué te hace falta? Puedes despertar y ver el hermoso cielo, puedes caminar y controlar tus movimientos, puedes amar y demostrarlo, puedes sonreír y reflejarlo. Vamos mi niña, quiero verte sonreír. No lo intentes, hazlo. Cambia la dinámica y hazme reír. Quiero encontrarme dentro de esos lindos ojos cafés. 

Permite que te diga lo muy afortunada que eres, mi niña. Cierra los ojos y dime qué ves. ¿Está oscuro? Ahora ábrelos. Eres afortunada porque te regalé todo lo que ves. Había oscuridad y te regalé luz. ¿Qué vez por las noches, mi niña? Un cielo oscuro, no temas contestarme. Bien, un cielo oscuro. Quise adornarlo, quise ponerle diamantes tan brillantes como tú. Diamantes que más tarde se llamarían estrellas. ¿Y sabes que más, niña bonita? También coloqué un diamante muy grande, para ti. Este lo hice para recordarte que encima de todo, aquí estoy. Y no soltaré tu cálida mano.

¿Quieres que siga haciéndote sonreír? Pues ahora cierra de nuevo tus ojos. Date la vuelta hacia atrás, y ábrelos. 
Aquí estoy, mi niña.


-Dios.