lunes, 11 de marzo de 2019

Tormento.

Las cartas dejaron de recibirse. Las letras que habían sido dispuestas se evaporaron siguendo la travesía de la niebla de todo envolvía. La atmósfera se volvió triste, podía sentirse nostalgia en toda la casa, y aunque ella guardaba las lágrimas para la madrugada; era obvio que sus ojos estaban hinchados por el llanto. Despertaba con su sonrisa perfecta, como siempre. Sin embargo, faltaba esa chispa que solía encender sus ojos. La estaba torturando el pasado. No se permitía dejar de pensarlo. ¿Por qué la costumbre lo cambia todo? Las experiencias dejan de ser nuevas y engullen la adrenalina que no debería irse jamás. La magia se escapa a través de pequeños orificios, pero constantemente. Y aunque viendo hacia el cielo desde la ventana de su habitación lograba encontrar paz, por dentro se consumía. Poco a poco los segundos contaban y la hacían envejecer. Había poco tiempo, y era difícil asimilar la longevidad.


No soy consciente desde cuándo comencé a observar la melancolía durmiendo en sus ojos, pero sabía que había dejado de escribirme cartas porque ya no se sentía bien en esas palabras. Dejaron de ser fieles a su corazón. Paró su sensibilidad. Borrón y cuenta nueva, como decía tantas veces. Pasará.