sábado, 11 de abril de 2015

Dulces sueños.

Era tarde. El silencio soplaba fuerte, mis lágrimas llovían, y yo no era más que una adicta a tus sonrisas. Necesitaba algo, algo que me hiciera sentir que valía la pena seguir aquí. Era noche y... no podía dormir. Todo el tiempo te había creído perfecto, un caballero, un típico príncipe. Pero en realidad, aprendí que la perfección no es lo mío. Llegué a enamorarme tanto de tus defectos, de tus imperfecciones... 
Y el sueño llegó. Me sumergí en tus labios, probando el sabor de tu amor, tocando el cielo, ¿por qué despertar? Ese es mi lugar favorito; voy ahí cada noche, tratando de encontrarte despierto, aunque me gustas más dormido. Así puedo navegar en tus cabellos y besarte el cuello sin hacerte cosquillas. Intento no hacer ruido, me gustas más calladito. ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? Miré tus ojos y encontré el paraíso...
Pero bueno, es tarde, debo regresar a la realidad, debo encontrarte en otra parte, fuera del horario normal.