domingo, 30 de diciembre de 2018

Descanso.

En el naranja del atardecer solté mi alma, cansada de tanta travesía. En el rojo deposité mis anhelos, mis latidos, mi fuerza. Me entregué a la inconsciencia. Me dejé ir, volando entre nubes, despojada de vida, liberada de inquietudes.


Me fui lentamente desprendiendo mi espíritu de cualquier pensamiento. Desvanecí los contornos de lo que aún podía ver, y perdí noción de mi existencia.

Nada importaba. Todo carecía de sentido mientras poco a poco me soltaba en mi último camino.


Sin conocer el destino, supe que pertenecía a esa extraña parte de la creación. No cuestioné, no grité, no me opuse. Simplemente dejé que el viento se llevara los restos de lo que un día me constituyó.


Al ver hacia abajo, fui testigo de cómo mi alma desechaba pedazos de mi ropa, de piel, de todo lo que no fuera etéreo.


Puedo decir que me sentí libre.


He llegado.

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