martes, 7 de agosto de 2018

5 am, no quiero verte salir.

El sol aún no me acompaña y estoy libre sin astro que me oponga. El cielo hace su esfuerzo por amanecer y quiero retratar sus pálidos tonos sin la presencia de su estrella. Resulta que así me siento, a esta hora en la que me pertenece totalmente su despertar. Siempre a la espera de la luz para apagar la obscuridad en la que se sumerge por su propia voluntad. Es cuestión de notarlo, de aquí hasta allá, segundo a segundo; aparece más vida, más naranjas y amarillos, el negro comienza a esfumar su esencia melancólica. ¿Será que podré hacer lo mismo, cuando me lleno de pesadillas por la noche y busco refugio en los rincones de mi habitación en los días? 
Sale el sol y suelo esconderme ante su magnitud, desconozco ese respiro inmediato de vida. Resulta abrumador tener que encontrar mi pertenencia entre la metamorfosis de la pura existencia. Continúo cerrando las persianas hasta ya entrado su máximo esplendor. ¿Es acaso, que temo me borre mi constante dolor?
Alma triste al amanecer, alma alegre al crepúsculo.
La astronomía parece entender mi ironía mientras permanezco sentada aquí, a solas con ella.